martes, 13 de septiembre de 2011

Vergüenza

Para cierta chica que últimamente me hace enfadar. Tómatelo como una declaración de intenciones.

Advertencias: Lemon

__________________
La otra noche soñé contigo.

Me mirabas con vergüenza mientras iba arrebatándote una a una cada una de tus prendas, lentamente y regodeándome con cada pequeña victoria. Suspirabas y gemías, me suplicabas que parase... mas tu cuerpo me decía cosas distintas con cada espasmo.

Respondías a cada caricia por instinto, dejando a un lado la vergüenza que te poseía. Tu cuerpo desnudo ardía, se retorcía bajo mi cuerpo, mis manos, mi boca. Mis dedos decidieron quedarse en tu pecho, reclamado como trofeo tras su victoria. Tus pezones erectos fueron el primer lugar que atacaron, sin piedad ni remordimientos. Se quejaron cuando mi boca les echó, pero pronto olvidaron... cuando encontraron aquella cueva tan húmeda, que te empeñabas en esconder entre tus muslos.

El mayor de los tesoros.

Tu vergüenza volvió a dominarte. Trataste de retenerme, o por lo menos de retrasarme. Sabías que ese momento llegaría, tarde o temprano. Que esa noche serías mía. Pero antes de eso buscaste mi cara, y tus labios atraparon los míos. Tu primera y última victoria, he de reconocerlo. Pero te relajaste. Admítelo, te creías segura. ¿Me equivoco? Sé que no. Pues mi lucha contra tus piernas fue demasiado fácil. ¿Ya te habías resignado? Poco me importaba. Mis dedos exploraban tu interior, combatiendo a cada paso con tus espasmos. Tus gemidos de placer me lo confirmaron. Tu coño era mío.

Y así te lo hice saber. Primero con mis dedos, luego con mi boca. Tú te dejabas hacer, dócil, susurrándome palabras sueltas, las pocas que podías articular. Te lo había advertido. Te haría perder el control.

Pero perdí contra tu vergüenza. Pues así me mirabas, llena de vergüenza y miedo, cuando me desnudé frente a ti. Una derrota menor. Evitabas mirar mi miembro, erecto por la excitación, mientras lo masajeaba con una mano. La otra volvía a tus piernas, cerradas por instinto, y las separaban con facilidad. Me tumbé sobre ti, mis ojos a la altura de los tuyos, para poder ver la vergüenza en ellos una última vez. Porque mientras te besaba te iba haciendo mía, lentamente y por completo, te penetré con toda la fuerza que tenía, mordiéndote por igual barbilla, labios y pezones. Embestí una y otra vez, te sentí llegar. Pues así había sido planeado, tú caerías antes que yo. Estallaría después de ti, llenándote como nunca antes, para que cayeras rendida junto a mí. Me resistí a salir hasta ver tus ojos, llenos de un cálido brillo.

Vacíos de vergüenza.
Leer más...

viernes, 2 de septiembre de 2011

Héroe por contrato

Relato corto, muy corto. En un principio, es la idea para un cómic, pero dada la ausencia de dibujante...

PD: Si a alguien le interesa dibujarlo, que deje un comentario y lo hablamos xD
________________

Media noche; la luna llena se alzaba sobre la ciudad. La calle principal, vacía, carecía de luz alguna. En el silencio de la noche resonaba el eco de unos pasos. Una mujer corría, aterrada, lanzando miradas furtivas hacia su espalda. Unos metros más atrás, dos hombres la seguían. Uno de ellos era alto, bastante flaco. El otro era más bajo y más corpulento. Ambos se cubrían el rostro con sendos pasamontañas que dejaban al descubierto sus ojos y una sonrisa prepotente.

La mujer giró; se internó entre dos edificios. Apenas una cicatriz oscura, lo suficientemente estrecha como para que una persona estirase los brazos y tocase ambas paredes. Los hombres la siguieron. Ella siguió corriendo, intentando olvidar el intenso palpitar de su corazón, la fatiga que sentía en cada músculo. Al fin se detuvo; una pared la impedía el paso. Un callejón sin salida, iluminado por la luz de un farolillo. Bajo su luz, la mujer parecía una niña, no tendrá más de diecisiete. Se giró; buscó otra salida, otra forma de escapar. Nada. Los dos hombres se acercaron a ella…

El más alto sacó una navaja. El corpulento se acercó más a ella. Le puso una mano sobre el hombro.

Ella cerró los ojos.

Se oyó un golpe seco, un grito.

Los abrió.

Vio la figura de un hombre, de espaldas. Llevaba un sombrero de ala ancha y una capa, ambos de azul oscuro. Al ladear la cabeza para comprobar si ella estaba bien, vio que cubría su rostro con una máscara; sólo su boca quedaba al descubierto. A sus pies estaba el hombre corpulento, tirado en el suelo. Inconsciente. El alto se acercaba a él, navaja en mano. Ella estuvo a punto de gritar una advertencia que habría sido en vano. El enmascarado le agarró el brazo con el que sujetaba el arma, y golpeó con la mano libre a la altura del codo. La navaja cayó al suelo, haciendo un ruido metálico. Un segundo golpe, esta vez en la cara, le hizo caer.

Con los asaltantes en el suelo, el enmascarado se giró. Blandía una sonrisa llena de arrogancia. Se acercó a la chica, que seguía paralizada por el shock. Él rodeó con un brazo su cintura y la atrajo. Ella cerró los ojos, esperando un beso… Que nunca llegó.

Mientras la chica mantenía los ojos cerrados, el enmascarado sacó su cartera. La abrió, cogió todo lo que contenía y la lanzó hacia un lado.

Cuando la chica abrió los ojos, su misterioso héroe había desaparecido. Una nota ocupaba su lugar, un número que correspondía a la cifra que se había llevado y una sola frase.

“Estos son mis honorarios.”
Leer más...