lunes, 1 de octubre de 2012

Sannie en el país multicolor

Me aburría un día...

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En un país multicolor, iluminado por un sol verde, una chica con un vestido a cuadros morados y negros paseaba, saltando por un camino de color rojo. El viento hacía que su pelo rubio ondease levemente; sus ojos azules hechizaban a todo aquel que…

San: Leo…

Narrador: ¿Sí?

San: Te veo venir. Más te vale que al doblar la esquina no me encuentre con un ejército inquisitorial dispuesto a quemarme viva al grito de “¡Muere, Sue, muere!

Narrador: ¿Y si lo hay?

San: Te meteré una bombona de butano por el culo.

Narrador:…

San:…

… y al llegar al cruce, San tomó el camino azul. Paseando, le dio una patada a una piedra, que golpeó en el ojo a un conejo a rayas rosas y grises antes de caer a un charco. Ella corrió hacia el animal, abrazándolo contra su pecho.

San: Pobre conejo.

Conejo: Sí… pobre de mí.

Y así fue como San se hizo la cicatriz con forma de diente de conejo en la teta derecha. Fin.



¿Cómo que no he terminado mi servicio comunitario? ¿Acaso contar esta parida no basta? Ah… que debo contarla hasta el final… Dios, no debería gastar la broma de la caca de perro en una bolsa de papel en llamas y ponerla frente a una comisaría. El conejo salió corriendo al ver la cara de mala hostia de San.

San: ¡Te voy a guisar vivo!

Y mientras lanzaba maldiciones al aire, una figura misteriosa surgió del agua.

Figura misteriosa: Hola, mi dama. He esperado durante eones en estas aguas, hasta que alguien me llamase. Y ahora que vos lo habéis hecho, por lo que, debo deciros, estoy muy agradecida…

San: Corta el rollo.

Figura misteriosa: ¿Perdón?

San: Que dejes de darme la plasta y me des ya mi regalo.

Figura misteriosa: ¿Regalo?

San: Sí, claro. En todas las historias de este tipo, el ser que surge del agua por X motivo siempre le da un regalo a quien lo sacó de ahí. Y como esto no es más que un plagio barato, lo lógico es…

Figura misteriosa: Pues te jodes, no hay regalo.

San: Vaya por dios.

Figura misteriosa: En fin, por dónde iba… Ah, sí. Estoy aquí porque al narrador no le sale de los cojones hacer otro self-insert para decirte por qué mierdas estás aquí. De hecho, la historia debía acabarse con lo del conejo, pero te enfadabas si lo hacía, así que se inventó esta basura. Y por eso soy tan malhablado/a.

San: ¿Malhablado/a? ¿Leo, eres hermafrodita?

Narrador: No, idiota, es que la figura misteriosa esa es asexual. Y deja de dirigirte hacia mi persona, que queda fatal.

San: Vale, vale. ¿Y qué he de hacer?

Figura misteriosa: Tu misión es viajar hasta el volcán de Tu-fur-ciamadre para allí destruir la piedra Quetepenetren en el fuego de su interior.

San: ¿Andabas inspirado, eh?

Narrador: Cállate.

Figura misteriosa: Ala, aquí tienes la puta piedra. Y ahora tira. Y que no te vuelva a ver, o te inserto en KHM para que Wk te banee con su mazo rosa.

Con una misión ya definida, San se encaminó por el paseo morado hacia el volcán de nombre absurdo. Saltaba tranquilamente, canturreando una canción sobre un robot unicornio gay, cuando se encontró con alguien.

San: Coño, Nei, ¿qué haces tú aquí?

Neissa: A Vicky no le apetece inventarse personajes. Así que me ha dado esta espada y me ha plantado aquí a esperarte. En teoría había una historia trabajada del porqué, pero era demasiado aburrida.

San: ¿Por qué tú puedes llamarle “Vicky” y yo no?

Neissa: Porque yo puedo arrearle collejas y tú no.

San: Aaaanda.

Y las dos chicas comenzaron a andar.

San: ¿Y por qué vienes?

Neissa: Ah, cierto. Estoy aquí para ayudarte. Por lo que parece, el viaje incorpora peligros que podrían matarte y necesitas protección.

San: ¿Y te manda a ti para que mueras por mí? Joder, Leo quiere matarte.

Narrador: Un poco, sí.

Neissa: Verás mañana en clase.

Pero entonces, una bestia enorme apareció ante ellas. Tenía unas garras enormes y afiladas y unas alas que abarcaban estadios. Su cara, blanca como la nieve, sonreía con una mueca prepotente y burlona.

Bestia: Got a problem?

Neissa: Capullo…

La guerrera dio un paso al frente. Mal dado, porque la bestia alzó una pata y la aplastó. Tan mala suerte tuvo el pobre animal que la espada se clavó entre sus dedos, alcanzando su único punto débil y muriendo en el acto.

Neissa: Creo que ya me ha matado.

San: Sí, eso creo.

Neissa: En fin, ya cumplí mi misión. Ahora vete, mañana ajustaré cuentas con Vicky.

Y San continuó su viaje, tan feliz de la vida. Llegó hasta la base del volcán, donde se encontró con otra cara conocida.

San: ¡Alitaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas!

Ann: ¡¡Saaaaaaaaaandíííííaaaaaaaaaaa!!

San: ¿Qué haces tú aquí?

Ann: No lo sé. Leo no me ha avisado.

Narrador: No estabas.

Ann: Pues me avisas antes.

Narrador: No, que se me olvida la trama absurda.

Ann: Este tío… Bueno, al tema. Que he de ayudarte a llegar hasta la cima.

San: Ah, vale. ¿Tú no tienes armas?

Ann: No, ninguna.

San: Ah…

Empezaron a escalar. Sin esfuerzo, alcanzaron la cima en unos minutos. Pero antes de estar a salvo, San resbala.

Ann: ¡Cuidado!

Heroicamente, Ann se lanza, consiguiendo que San se agarre y pueda terminar de subir. Sin embargo, ella no puede salvarse, y cae rodando ladera abajo.

Ann: ¡Leo, capullo!

Narrador: Me lo dicen mucho.

Y cuando llegó al suelo, murió. Y San siguió caminando como si nada.

Narrador: ¿No te importa que haya matado a Ann?

San: Eres tú quien escribe lo que hago. Si tú no haces que me importe su muerte… difícil lo veo.

Narrador: Cierto, cierto.

Al final, llegó al final de la cueva. Hacía calor, mucho. La ropa de San empezaba a quemarse…

San: Leo, como acabe en bragas, te ataré, amordazaré y entregaré a Ellios.

… pero pronto para. San avanza hasta el borde de la pared y mira al fondo.

San: ¿Y sólo he de lanzar esta piedra y ya? Qué bien.

Y la deja caer. Después, gira para volver sobre sus pasos. Se para al escuchar algo. No estaba sola.

San: ¿Quién anda ahí?

Narrador: Que lista. Como si el malo maloso fuese a responder así.

Y una criatura empuja a San al interior del volcán. Y mientras arde se oye una cancioncita de tono infantil, cuya letra dice algo que suena como “Duele, Rue, duele”.

San: ¡Capullo!

Shadow: Gracias por distraerla, León, así pude tirarla. ¿Nos vamos de cervezas?

Narrador: Mmm…

Misteriosamente, una fuerza invisible empuja a Shadow a la lava.

Y así, ahora sí, termina la historia.



—Leo… Leo, despierta

— ¿Si?

—¿Ya estás despierto?

—Hola, hermanita, ¿Qué haces aquí?

León abrió los ojos y miró a su alrededor. Frente a él se encontraban Neissa, Ann y San, las tres armadas con bates, microondas y una bombona de butano.

—Vamos a agradecerte lo que nos dedicaste mientras dormías, sin duda, bajo los efectos de una droga—dijo San mientras, lentamente, le bajaba los pantalones a León mientras las otras dos lo sujetaban. Regodeándose con ello, acercó la bombona hasta él…
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